¡No te vayas mami!
El trabajo de los padres, sobre todo el de la madre, suele ser vivido por los chicos como un competidor que les roba el tiempo de juego con las personas que más quieren. ¿Cómo escuchar y acompañar sus planteos sin sentirse culpables?
En su cuento La oficina, el escritor Esteban Valentino da voz al pensamiento de un niño cuyos papás trabajan en ese lugar lleno de máquinas y ventanas, del que vuelven pasadas las seis. El pequeño va creciendo y aceptando una realidad que no lo convence del todo. Aunque a veces siente que todavía debe ser un poco chico, porque imagina que una mañana las máquinas se van a romper todas juntas, las ventanas no se van a poder abrir, así cuando él vuelva del cole la chica que lo cuida estará en su propia casa, y su mamá y su papá, en la de él.
Por ser frescas, espontáneas y nuevas, muchas de las preguntas que los niños hacen con respecto al mundo del trabajo pueden resultarnos filosóficas: es decir, nos invitan a pensar lo mismo desde otro punto de vista, desde otra perspectiva. “¿No te aburrís de ir todos los días al trabajo y hacer siempre lo mismo?”, le soltaba Aluhé (4) a su mamá Anabela –empleada en el segundo subsuelo de un banco del microcentro porteño- cada vez que la niña quería pasar más tiempo con la madre y faltar a su propia rutina en el Jardín. Con paciencia, la mamá le recordaba las cosas divertidas que hacía en la salita, las señoritas y amigos que la esperaban para jugar, y después de dejarla, aprovechaba el viaje matinal en colectivo y subte a la hora pico, para reconstruir su ánimo y así poder enfrentar la jornada laboral dignamente.
“No sé por qué hay papás que dejan a los chicos todo el día en el Jardín” -le comentó Agustina (5) a su mamá María de los Ángeles-, “es mejor que trabajen menos y estén más tiempo con ellos”, reflexionó. María es profesora en secundaria y siente que tiene el privilegio de, además de hacer lo que le gusta, poder trabajar sólo medio día para pasar más horas con sus dos pequeñas.
Pero hoy en día, no todas las mujeres de clase media que trabajan y además son madres tienen la posibilidad de hacerlo menos de 9 horas diarias.
En las últimas décadas el panorama laboral cambió, y las mujeres comenzaron a producir y generar valor no sólo dentro de la casa sino también fuera. Varios fueron los beneficios: mejorar la economía familiar, lograr una mayor independencia económica y en la toma de decisiones, desarrollarse profesionalmente, establecer nuevos vínculos sociales más allá de la familia.
Sin embargo, los especialistas observan que muchas madres sienten el agobio de la doble función (están estresadas, pierden horas de sueño y de recreación) y señalan que es necesario seguir profundizando un cambio cultural donde la responsabilidad de la crianza y el cuidado de los niños sea compartida cada vez más equitativamente con los padres varones, donde se valore la colaboración de los abuelos y el trabajo cotidiano de las empleadas domésticas. Y, en un nivel más general, señalan la importancia de que el Estado desarrolle políticas públicas que favorezcan a las trabajadoras con hijos y que controle al sector privado, entendiendo que no dar protección laboral a los padres, es descuidar a sus hijos.
De la culpa a la responsabilidad
“Los padres varones están más acostumbrados y ven con más naturalidad decirles a los hijos que se tienen que ir a trabajar, pero las mujeres lo viven con más angustia”, señala el licenciado en Psicología y psicoterapeuta Miguel Espeche, coordinador de talleres para padres del Hospital Pirovano de la ciudad de Buenos Aires y autor del libro Criar sin miedo (Editorial Aguilar). Espeche observa que muchas mujeres hoy se preguntan –tal vez con una imagen algo idealizada del pasado- si no sería mejor volver a la vida que llevaban sus abuelas, ya que les resulta agotador trabajar todo el día fuera de casa y luego seguir con las tareas dentro del hogar y la crianza de los niños, además de sentirse culpables de dejarlos tantas horas con otra persona cuando, sienten, nadie los cuidaría mejor que ellas.
“Es necesario pasar de la culpa a la responsabilidad, que es tener habilidad de respuesta –señala el psicólogo-. No sentirse culpable porque uno no está el tiempo que idealmente quisiera con su hijo, sino ser responsable de a quién uno deja en ese lugar, sabiendo que si el niño está bien cuidado y es tratado con cariño, eso ya es suficiente”. Porque si la madre (o el padre) sienten culpa y quieren compensar esa ausencia con regalos, por ejemplo, el niño detecta esa flaqueza y puede intentar manipularlos creyendo que así obtendrá la satisfacción que busca (ver recuadro).
Explicar el trabajo
Si bien la mayoría de las veces que los chicos preguntan por el trabajo de los padres es para señalarles que quieren estar más tiempo con ellos, también pueden estar queriendo hacer más comprensible su mundo, ordenar la experiencia que viven. Así, es importante recordarles que si bien sus papás no estarán durante el día, no van a quedar solos sino con la maestra, los compañeritos, la niñera, los abuelos, o la persona que los padres decidan que los van a cuidar y darles lo que necesiten, y que cuando ellos vuelvan van a poder jugar.
Aunque haya trabajos más complicados que otros a la hora de explicar en qué consisten (especialmente las prestaciones de servicios que suelen ser conceptos algo abstracto para los niños), se les puede contar que eso que uno hace le permite traer para la casa los bienes que se necesitan (ropa, comida, juguetes). Así “los niños van construyendo la idea de que hay un mundo externo, lleno de misterios y al cual aspiran algún día llegar, con el cual se interactúa para conseguir determinadas cosas”, señala Espeche.
Sin embargo, algunos chicos notan bastante rápido que no todos los aspectos del misterioso mundo dan ganas de ser explorados. Como le pasó a Catalina esa mañana en que le preguntó a su papá por qué desayunaba parado y él le dijo que llegaba tarde a la oficina. “Yo ni loca quiero ser grande –le dijo la pequeña a su abuela cuando el padre se fue-. Hay que trabajar y trabajar… ¡y no te dejan ni tomar la leche sentada!”.
Recuadro
Risa que desdramatiza
Mamá no quiero que hoy vayas al trabajo es una canción de Luis Pescetti. En tono de blues, pinta el momento en que un pequeño intenta jugar con la culpa que siente su madre. Éste es un fragmento:
¡Mamá! ¡No quiero que hoy vayas al trabajo!
Mamá, cuando me quedo solo en casa vienen pensamientos
raros a mi mente.
Me torturan pesadillas y esto afectará mi desarrollo.
Si termino ladrón o introvertido o algo peor, en fin, tú sabrás.
¡Mamá! ¡No quiero que hoy vayas al trabajo!
Se puede escuchar en www.luispescetti.com
Publicado en revista La Valijita-Billiken (Ed. Atlántida) / diciembre 2010.