Entrevista a Magdalena Fleitas: “Hay demasiada presión por ser buenos padres y poco lugar para disfrutar con los hijos”

Con una mirada terapéutica y sensible –fruto de su vasta experiencia como docente y música infantil- la autora pone en valor la sabiduría que todos los padres despliegan en el cuidado cotidiano de los chicos. En su primer libro, Crianza y Arte, propone dar lugar al disfrute, el juego y la música, y a la escucha de la propia voz.

Cuando de la editorial Grijalbo la convocaron a compartir con otros padres sus conocimientos de tantos años de trabajo como musicoterapeuta, directora de un jardín artístico y compositora infantil, Magdalena Fleitas estaba saliendo del puerperio. Su primer hijo tenía apenas un año y ella sabía que lo que menos quiere uno en ese momento es una guía sobre cómo ser padres. Entonces buscó hacer un libro que hablara de la paternidad desde el lugar de la escucha. Escuchó a muchos padres de su jardín que le contaron estrategias de crianza: las que funcionaron y las que no, los juegos para poner límites, los desafíos para ir a bañarse o para entretener a los chicos en un viaje largo. Compartió también sus propios conocimientos sobre cómo el arte desde la primera infancia puede ayudar a formar seres más plenos. Y abrió un camino de permiso para el disfrute.  

En el libro le das valor a muchas experiencias de crianza que, por cotidianas, suelen pasar desapercibidas. ¿Por qué?
Hay muchas cosas del mundo cotidiano que uno las toma como algo natural, como parte de la rutina y sin embargo encierran mucho conocimiento. Hay infinitas situaciones en cada día: cocinar, limpiar una casa, calmar el dolor de un niño, llevarlo a la escuela. Creo que todos estos conocimientos merecen ser reconocidos y valorados como tales, como conocimientos. Porque cuando uno reconoce y aprecia toma mucha energía de eso. A veces llega el final del día y estás agotado y sentís que no hiciste nada en todo el día más que ocuparte de las cosas de la casa, la escuela y el trabajo, pero si vos tomás conciencia de que en cada momento de ese día hubo una manera tuya de ser mamá, o de ser papá, o de ser educador, donde también se despliega la propia voz, ya no es tan necesario que sean grandes hitos los de cada día, sino que lo que uno hizo tiene un valor. Es importante reconocer como algo valioso el hecho de ir a despertar a tu hijo y cantarle una canción o quedarte haciéndole unos masajitos.

A veces no es agregar más tiempo sino modificar la calidad de lo compartido…
Tal cual, porque si uno no reconoce el valor que tiene lo pequeño después tenés que hacer enormes cosas y sobre esfuerzos para sentir que hiciste algo importante. Ahí es donde empiezan los desequilibrios. Muchas veces los papás quieren organizar un programa, aunque estén cansados, pero pensaron que su hijo lo que necesitaba era salir al teatro y gastaron un montón de plata -interrumpiendo la siesta, por ejemplo- y quizás era mejor que salieran a dar unas vueltas a la manzana a ver qué encuentran en la vereda, sobre todo con los chicos de jardín, y saludar al vecino y si el nene chiquitito se detiene a mirar que hay una baldosa rota con un bichito, te sentás con él a mirar el bichito. Y seguís caminando. Y si en la cuadra siguiente se cayó una rama en la vereda, hacés una casita debajo de la rama. O te vas a la plaza y te quedás ahí. Hay algo del dar tiempo, espacio, sin exigencias, dejando que fluya la naturaleza de los chicos que también te va a ir guiando hacia un lugar de disfrute, que hace que se relaje el sistema familiar. Entonces, cuando ponés un valor ahí te das cuenta que eso es muy importante, es mucho más importante que salir a buscar la satisfacción afuera en relación a las propuestas comerciales que hay para los niños. Hay que volver a conectar con lo que es realmente placentero. Porque hay veces que los papás dicen con todo lo que hice y ahora me hace un capricho y capaz había que hacer otra cosa más simple, donde nadie se desgastara tanto.

¿Y los chicos nos brindan la posibilidad de acercarnos a ese disfrute?
Los chicos necesitan ver que los adultos son personas que disfrutan del mundo. Aún con los sacrificios que te toquen, los duelos o las situaciones difíciles, siempre hay motivos para agradecer la vida o para seguir viviendo, sobre todo si hay niños que están creciendo. Es un derecho de los niños que los papás permanezcan con cierta alegría, que les muestren qué es lo que les gusta en sus vidas. Por eso son una oportunidad para que los adultos volvamos a conectar con eso. ¿Te gusta ir a pescar? ¡Andá a pescar con tu hijo! Es mucho más valioso transmitirles lo que uno ama que subirse a la exigencia que a veces traen los modelos de paternidad. Hay padres del jardín que me cuentan que su programa es subirse al auto con el hijo varón, poner rocanrol a todo volumen y salir a dar vueltas… ¡y vuelven felices! Lo que importa es la intimidad que hubo entre ese padre y ese hijo, y el grado de conexión. Y el papá juega a hacerse el loco del volante, y el chico siente que su papá es Superman o que es muy divertido. Ahí hay un nivel de contacto y de encuentro muy valioso.

En el libro también hablás de la importancia de poner límites con sentido.
Es que son necesarios en la crianza y es importante que los papás se sientan seguros de hacerlo. La autoridad está al servicio de un orden o de la salud, cuando le decís no toques eso; o al servicio del descanso cuando es hora de irse a dormir. Para poder habitar una autoridad con sentido y que el papá comprenda que es lo correcto y lo pueda aplicar relajado, sosteniéndolo sin culpa, es importante que también el papá pueda jugar en otro momento, que pueda reírse con su hijo, ablandarse y dar permisos. Cuando los chicos encuentran esta plasticidad en sus padres, reciben mucho más tranquilos los límites. Venimos de una época donde era común decir es así y punto, te callás. Entonces tratamos de no repetir esa autoridad abusiva y nos vamos al otro lado: no quiero que sufra, no quiero que se lastime, no quiero que se frustre. Pero la vida naturalmente te pone ante situaciones en las que no vas a poder con todo. Por eso, no pasa nada si hay un poco de llanto, además los chicos necesitan también llorar y expresarse de esa manera. Se trata de refinar la escucha para ver cuándo tiene sentido decir que sí y cuándo tiene sentido sostener el no y confiar en la propia escucha. Pero hay que poner la intención en refinarla, a través del contacto, de una actitud amorosa, de observar a tu hijo y de confiar en tu criterio como papá y mamá.
 

Recuadro
La magia de aprender

Además de ser una recopilación de divertidas y amorosas estrategias que otros padres inventaron o improvisaron para conseguir que los chicos se bañen, coman o vayan a dormir, en el libro hay claras explicaciones sobre la naturaleza de los niños, sus necesidades, sobre el arte en general -y la música en particular- como un lenguaje ideal para generar contactos y ampliar la escucha. Viene con un cd de canciones para compartir, juegos fáciles de aprender y enredados trabalenguas.
Para conocer la discografía completa de Magdalena: www.risasdelatierra.com.ar