Los mitos | Detrás de la barba blanca
Ni sostener la creencia de que un hombre barrigón escucha sus deseos y los cumple en Navidad es mentirles, ni contarles que sólo se trata de una antigua historia es coartarles la imaginación. Los mitos -cualquiera que la familia decida transmitir- cumplen la función primordial de acompañarnos en la compresión de la vida y mostrarnos también su lado mágico.
Para estas fechas, surgen las preguntas entre los padres acerca de uno de los mitos infantiles más difundidos en todo el mundo: el de Papá Noel. ¿Si se lo contamos, no le estaremos mintiendo? ¿Si le decimos la verdad, le matamos su ilusión infantil? ¿Qué hacemos cuando empiecen las sospechas? ¿Cómo se sentirá cuando se entere?, suelen ser algunas de las dudas más frecuentes.
Para la psicoanalista Paula Szuster -especialista en niños y adolescentes-contarles o no a los chicos el mito de Papá Noel es una cuestión que decide cada familia según sus propias tradiciones. Pero no se trata de pensar el tema en términos de decirles una mentira o hablarles con la verdad, sino de conocer por qué nuestro psiquismo (no sólo el infantil sino el de los seres humanos en general) necesita de relatos míticos para ir asimilando la complejidad de la vida.
"No digo que el de Papá Noel sea el más importante ni mucho menos, porque eso depende de la creencia de cada familia, pero sí creo que los mitos acompañan el crecimiento de un chico y son constituyentes de su psiquismo porque son una forma de comenzar a pertenecer a una cultura y de acceder a los saberes" -señala la especialista. Desde tiempos remotos, los mitos han sido una forma metafórica de explicar las cosas que nos pasan y las conductas humanas: cuestiones como el pecado y el castigo, el incesto, los celos entre hermanos y las prohibiciones, todo tiene una historia que ayuda a su comprensión (basta pensar en algunos de los relatos bíblicos o en los mitos griegos, por ejemplo). Entonces, cuando contamos un relato de este tipo no estamos mintiendo sino que explicamos las cosas de cierta manera en que el chico se pueda aproximar a la realidad. “Si no, es como decir que les mentimos porque les hablamos de la semillita y no de que el pene se introduce en la vagina –compara Szuster. La realidad misma se va viviendo de acuerdo a un tiempo, un proceso y una evolución y hay momentos en los que un chico necesita atravesar la vida de una manera más tamizada. Eso se va construyendo a través de fantasías, de irrealidades, de mitos, que después son constituyentes”.Respecto del de Papá Noel en particular, cree que es un folclore relacionado con ciertas culturas y que funciona como algo también social ya que lo sostienen familias de tradiciones muy distintas. Pero pensarlo desde el lugar de la mentira es obviar la importancia que tiene la magia en la constitución del vínculo con los chicos y en las creencias que los ellos sostienen. “Los niños pequeños tienen un pensamiento mágico: imaginan que sus papás les leen la mente o creen que si piensan mucho en algo eso puede suceder. Y los mitos son una delas formas de generar esa posibilidad de que hay algo mágico que sostiene una realidad”, explica la psicoanalista.
En cada casa
Roxana y Ariel eligieron explicarles a sus hijos que Papá Noel es una historia antigua de un hombre que llevaba regalos a los niños más necesitados. Arman el arbolito y celebran la Navidad pero no escriben cartas ni decoran con calcetines. “Ningún gordo va a bajar por ninguna chimenea –bromea el padre- y menos uno vestido de rojo”, aclara, en alusión a que el personaje que conocemos hoy fue popularizado en los años 30 del siglo pasado por una campaña publicitaria de Coca-Cola. “Además no tenemos chimenea, así que antes de que pregunten cómo hace para entrar por la red de protección de la ventana preferimos contarles que se trata de un relato que sirve también para que la gente se haga lindos regalos en estas fechas”, agrega la madre. Siempre cuidaron de aclararles a ambos hijos (de 12 y 5) que hay otras familias que transmiten ese mito y que ellos deben respetar a los otros niños que sí creen. A su vez, observan que no transmitirles ese mito no hizo que sus hijos fuera más realistas ni menos imaginativos: “El más grande, que hoy está terminando la primaria, escribía cuentos de dragones cuando iba al jardín–cuenta Ariel-; para nosotros, fomentarles la imaginación pasa por leerles,cantarles, jugar con ellos”. Pero el caso díscolo es el pequeño -flamante egresadito de jardín- que ante la misma explicación que recibió en su momento su hermano mayor, le retruca a los padres: “Sí, pero a mí me gusta Papá Noel, ¿cuándo viene?” o “yo igual a ningún amigo le digo que los Reyes no existen pero a mí me gusta que existan los Reyes”, expresando, en una misma oración, todo su pensamiento mítico-realista.
Por su parte, y a pesar de recordar como algo horrible el momento en que su hermana mayor le develó el misterio, Anabela nunca dudó en transmitirles a sus hijos una tradición que vivió como mágica: “Cuando Aluhé (de 13) estaba en salita de 5 y comenzaron los rumores, esperamos a que preguntara y si bien el momento debe haber sido feo para ella, le decíamos que igual estaba bueno tener siempre la esperanza de que va a haber otro pensando en uno en ese día, alguien que va a oficiar como de Papá Noel y ver lo lindo de una fecha en la que todos se hacen regalos, pero no por las cosas en sí”. Para la madre, fue como decirle que uno siempre puede creer si quiere, que eso está en el corazón. Y también le aclaró que guardara el secreto para los más chiquitos, para que pudieran seguir creyendo.
Cuando el mito cae
Con estos relatos, sucede algo similar a cuando el niño ve la función de un mago: los padres no le dicen que detrás de eso hay un truco porque justamente la gracia es no saber sino pensar que está haciendo magia. En un momento el niño se da cuenta de que eso ya no existe,deja caer esa irrealidad y ve el truco. Pero previo a eso lo que existe es una idea de que las cosas pueden ser mágicas. De igual modo, a medida que los chicos crecen, los mitos se van cayendo cuando es necesario para dejar lugar a otros mitos.
“Cuando preguntan, lo primero que hay que hacer es escucharlos y ver qué tienen ganas de saber, si quieren conocer la verdad o no –explica la Lic. Szuster-. Si el chico ya lo plantea pidiendo que no lo traten como un tonto, que él sabe que son los padres, uno puede decirle que en realidad no lo veían así sino que simplemente sostuvieron ese juego lindo que se da una vez en el año”. Cuando ya deja de ser un mito solamente es un momento lindo pero cuando uno es más chiquito forma parte de un juego medio mágico en que se sostiene una creencia. Szuster agrega que, a veces, las explicaciones mal logradas pueden ofender a algunos chicos,especialmente cuando ya están diciendo que no creen y los papás siguen sosteniendo la fantasía casi a la fuerza. Eso puede resultar algo muy violento.Y concluye: “Todos -niños y adultos- crecemos, vivimos y convivimos con creencias que vamos armando, desarmando y nos van acompañando un poco en la vida. Están quienes se agarran de la religión, de la filosofía o de lo que sea para poder sostener alguna idea más o menos mágica. Las fiestas son un ritual que une a la familia, que tiene todas las connotaciones de lo lindo, del mito del mundo feliz de Coca-Cola, si se quiere. Uno puede creerlo o no, puede elegir la forma de transmitírselo a sus hijos o dejarlo caer. Pero si no existiera este mito va a existir otro porque los chicos necesitan en su mundo infantil -de alegrías, miedos, culpas, premios y castigos- armarse de mitos quelos sostengan. Lo importante, en este tipo de fantasías o de juego que proponen los mitos, es sentirse cómodos con los que uno decida contar”.